Día 5

“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca”. Mateo 7:24.

En esta parábola (de los cimientos), el Señor Jesús nos revela el destino de aquel que edifica su casa sobre la arena versus aquel que edifica su casa sobre la roca, y como toda parábola (más aún del Señor Jesús), se ocultan entre los símbolos, grandes principios que vivifican nuestro espíritu y nos enseñan la verdad que siempre vendrá del eterno.

El Señor empieza definiendo el tipo de hombre que construye su casa sobre la roca, prudente. Hombre (y obviamente, también mujer) que es capaz de discernir entre lo que lo que está bien o no, hombre sensato que no se limita a saber, sino que termina actuando en consecuencia de lo que sabe que es correcto.

Este tipo de hombre es aquel que construye su casa sobre la roca, pero, ¿cuál roca? Aquella roca que desecharon los edificadores, pero que ha venido a ser cabeza del ángulo (Jesucristo), aquella roca que vislumbró el rey Nabucodonosor, que destruía la gran estatua en su sueño hasta hacerla pedazos (el reino de Dios). Jesucristo, y su reino (su sistema), es la roca.

Ahora bien, entonces ¿cuál es mi casa? ¿qué representa mi casa? ¿mi casa son mis pertenencias? ¿acaso mi casa soy yo? ¡No! Mi casa es mi sistema de creencias, mi casa es mi Fe.

En nuestra casa guardamos los alimentos, guardamos los objetos valiosos, guardamos nuestra vida, en nuestra casa nos relajamos y fortalecemos para continuar el día a día, y es que justo eso es nuestra fe o sistema de creencias, en él nos recostamos, en él nos basamos para tomar decisiones importantes… Nuestro sistema de creencias nos brinda las herramientas para desarrollar nuestro potencial hasta niveles nunca imaginados, pero con un fundamento inadecuado podríamos descender hasta la miseria más repugnante.

Si nuestra fe está fundamentada en Jesucristo y no en algún otro sistema, será tan grande y fuerte que ningún viento, ni tempestad podrá derribarla. En ella podremos estar tranquilos, comer de sus frutos (paz, salud al declarar la palabra en tiempos de enfermedad o cuando todo pinta mal) y disfrutar de los beneficios de su seguridad.

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