En el día de hoy, queremos hablarles bajo nuestra experiencia sobre un tema sensible, el diagnóstico de autismo a niños menores de 3 años. En publicaciones anteriores, estuvimos analizando señales de alarma que podemos ver hacia los 12 meses, pero cabe resaltar que las señales son un punto de atención, nos alertan de que algo no anda bien, pero no nos ofrecen un diagnóstico claro de qué es lo que exactamente ocurre; esto es algo que iremos viendo a medida que el niño siga desarrollándose.

Si bien es cierto que contar con un diagnóstico nos ayuda a tener un punto de partida, a establecer un plan de tratamiento y a dar respuesta a los padres preocupados sobre lo que está pasando; también es cierto que se han cometido muchos errores, y es que, mediante pocas sesiones de juego con el niño y nuestra observación, no podremos saber si se trata de autismo u otro trastorno del desarrollo.

Recuerdo el caso de Matías, un niño de 12 meses que fue llevado por sus padres a un centro de desarrollo infantil y atención precoz, luego de que éstos vieran en el niño señales de alarma. Los padres de Matías refirieron su preocupación, ya que después de mucho investigar (buscar información en el Internet) temían que el niño tuviese autismo, aunque esto no lo comentaron a los profesionales.

El niño tuvo 3 sesiones con una especialista en psicomotricidad y 1 sesión en psicología para que los profesionales entendieran que la reunión con sus padres ya debía llevarse a cabo y comunicar sus hallazgos. Autismo, dijeron. “Grave”, añadieron; (el comentario de “grave”, buscando definir en sencillas palabras la situación del niño) luego, explicaron a los padres sobre el espectro, su significado, las proyecciones y las estrategias de intervención.

Ocho meses después, los padres de Matías asistieron a otro centro para pedir una segunda opinión, esta decisión la tomaron luego de ver que el niño avanzaba a pasos gigantescos: ya existía el lenguaje, su mirada no era dispersa, le gustaba estar con otros niños y comunicaba su intención de juego, había juego imaginario… Las conclusiones en este centro expresada a los padres fueron: “Hay una dificultad en el niño, pero no podemos dar un diagnóstico concluyente al ver que su avance ha sido tan significativo, recomendamos que continúe en las sesiones y regrese a evaluación en un año”.  Pasado el año, asistieron a un tercer centro muy reconocido en el país; debido a la edad del niño, ya era indicado el uso de algunas pruebas y las conclusiones descartaron autismo y se inclinaron por un TEL (Trastorno Específico del Lenguaje que se caracteriza por una adquisición tardía del lenguaje, así como alteraciones en el desarrollo de la comprensión y/o expresión de este y donde se descarta algún problema intelectual, estructural o sensorial).

Debido a que la familia se había mudado y el niño estaba en una ciudad de bilingüismo, los profesionales concluyeron en un Retraso Simple del Lenguaje, en el cual, suele estar más afectada la expresión del lenguaje que la comprensión.

En base a esta experiencia, nuestro énfasis es el siguiente: Antes que dar un diagnóstico en niños menores de 3 años, lo que se necesita es ver la etapa del desarrollo en la que se encuentra el niño y coordinar estrategias de intervención basadas en habilidades; esto es, ¿en un curso normal evolutivo, ¿qué suele hacer un niño de 2 años que no estamos viendo en Matías (por ejemplo)? ¿qué debemos trabajar ahora?

Consideramos que esto nos daría un margen de trabajo efectivo con el niño, compenetración, comunicación con los padres, pautas que nos van sugiriendo ajustes en el plan de intervención, menos “etiquetas” en niños tan pequeños y más trabajo y enfoque en su necesidad.

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