Día 20

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Hechos 2:1-4

El anhelo es el deseo intenso o vehemente de una cosa. Sin duda, el anhelo del Espíritu Santo es el mejor deseo que podamos tener.

Pero del deseo, al logro o al hecho, hay mucho trecho; por ejemplo, el deseo de todo comerciante es alcanzar el éxito en los negocios, pero no todos lo consiguen.

Igualmente, la mayoría de los cristianos desean que el Espíritu Santo tome control de todas las áreas de su vida (carácter, cuerpo, pensamientos… a eso se refiere la llenura del Espíritu Santo) sin embargo, no todos lo logran; y es que, así como ejecutas una serie de acciones para lograr algo, saciar este anhelo requiere de nosotros:

  • Obediencia: es como una llave en el reino de Dios sin la cual, difícilmente podemos disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para nosotros. Los discípulos lograron la llenura del Espíritu Santo porque primero obedecieron. Jesús les dijo: “Esperen en Jerusalén hasta que haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. La obediencia para los discípulos del Señor era la condición, en ese momento, para recibirlo; ese fue su proceso y debían agotarlo, era una espera constante y sin fecha de culminación, debieron esperar obedeciendo al Maestro, sin saber qué, ni cuándo, ¿cómo? La respuesta era: orando. (hechos 1:14)

En ellos también hubo: Esfuerzo: enfoque en la meta con fuerza y determinación; Persistencia: era imposible el objetivo sin firmeza y constancia en los ejercicios espirituales; Diligencia: esmero y cuidado de ejecutar algo con prontitud.

Aunque existen otras características, éstas fueron fundamentales para que ellos recibiesen la llenura del Espíritu Santo.

Mantener el enfoque y no sucumbir ante la distracción, procrastinación, desánimo, la autocompasión y la justificación.

El enemigo ha diseñado una rutina para cada uno que esclaviza e imposibilita el logro de cualquier meta o anhelo en Dios, así como el buen desarrollo personal y/o espiritual; alejándonos del pecado y poniendo los ojos en Jesús quien nos sustenta, podremos mantener el enfoque y avanzar.

“Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y, donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 2 corintios 3:17

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