Día 24

Cuenta una historia que, en un pueblo del este de Iowa, la gente se acostumbró a ver a un pavo salvaje en el camino. —Allí está Chuck otra vez —decía alguien, sacudiendo la cabeza al ver las travesuras del pavo.

Al pavo parecía encantarle perseguir autos. Se paraba en el camino como si fuera su dueño y con las plumas alborotadas esperaba a que pasaran los autos. No le importaba si era un auto pequeño o un gran camión, el pavo los perseguía a todos.

Los conductores locales comenzaron a vigilar al pavo, les advertían a los visitantes del pavo salvaje en el camino.

La persecución que el pavo hacía de los autos duró más de un año; y los conductores locales seguían el juego al pavo.

Un día, un extraño llegó al pueblo. Como siempre, el pavo estaba parado en medio del camino, persiguiendo a los autos. El conductor vio al pavo, tocó la bocina y trató de frenar a tiempo. Al ruido de las ruedas que rechinaron le siguió un golpe. La gente del pueblo enterró al pavo, observando que había muerto haciendo lo que mejor hacía: persiguiendo a los autos.

Como el pavo, puede que no estemos en el lugar correcto, que estemos haciendo algo que nos perjudica y amenaza y que sólo sea cuestión de tiempo para dañarnos de manera irreversible.

¿Y tú? ¿Qué persigues? Muchas veces, perseguimos cosas que acarrean maldición, que buscan nuestra muerte. ¿Qué persigues tú? ¿Cuál es tu enfoque? ¿Tiene sentido? ¿Es importante? ¿Vale la pena?

La biblia dice en Juan 8:12 “Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: —Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. 

Sigamos a Jesús, que ese anhelo de alcanzarle esté en nuestras vidas siempre; transitemos por sus caminos de vida, pongamos los ojos en Él, en la seguridad que en Él podemos tener y con la cual podremos alcanzar lo bueno y justo según su voluntad; persigamos lo bueno.

Oremos por las personas que persiguen caminos de perdición

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