Día 29

Un joven llegó a un campo de leñadores para solicitar trabajo; el empleador, al verlo, sin dudar lo aceptó, puesto que era un joven de apariencia fuerte le dijo que podría comenzar al día siguiente.

En su primer día de trabajo, aquel joven cortó muchos árboles. En el segundo día la producción fue menor, a pesar de que el esfuerzo fue igual que en el primero.

Al tercer día el joven se esforzó más, golpeando con toda su fuerza el hacha en el árbol, sin embargo, su trabajo produjo menos que el segundo.

El encargado, al notar que su rendimiento había bajado, le preguntó que cuándo había sido la última vez que afiló su hacha. El joven le contestó: «¿Afilar el hacha? He estado cortando tanto que no he tenido tiempo para eso».

Eso también pasa en nuestras vidas; estamos tan afanados en las cosas diarias que olvidamos lo más importante, que para continuar y hacer las cosas bien, es necesario parar y prepararse. También en nuestra vida cristiana, dejamos para después los hábitos espirituales, orar, alabar a Dios, hablar de su Palabra, estudiar la biblia… olvidando que, dejar estas cosas atrás, nos impide tener la capacidad necesaria para avanzar en este mundo con la fuerza que necesitamos, fuerza que viene de Dios. ¿Cómo podremos continuar la obra si no tenemos las herramientas necesarias para hacerlo?

En 1 de Crónicas 16:11 dice: “Buscad a Jehová y su poder; buscad su rostro continuamente”.

Es necesario buscar a Dios en primer lugar, poner nuestras metas en sus manos, entregar a Él nuestras preocupaciones y esperar en sus promesas; sólo en Él podemos alcanzar el verdadero éxito.  

Como la historia, no importa que tan joven estés, tampoco con cuánta fuerza te sientas o cómo te veas, necesitas de Dios, necesitas el alimento de Su Palabra.

¿Qué dices? ¿Nos detenemos ahora y afilamos el hacha?

“Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan”. Salmos 119:2

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