Día 36

Una vieja historia cuenta que un anciano acostumbraba recorrer la orilla de la playa muy temprano cada mañana. Caminaba largas distancias, aunque con frecuencia se agachaba, parecía recoger algo de la arena y luego lo lanzaba al mar.

Cierto día un joven decidió seguirlo. En varias ocasiones lo había observado realizar esta extraña tarea hasta que desaparecía en la distancia. ¿Qué recogía? ¿Y por qué lo devolvía al mar? La única manera de saberlo era siguiéndolo. Y lo hizo. Cuando pudo darle alcance, su sorpresa fue grande cuando vio que se trataba de muchas estrellas de mar.

—¿Por qué hace usted eso? —preguntó el joven, curioso.

Es la única manera de salvarles la vida —contestó el anciano—. Si permanecen en la orilla por mucho tiempo, mueren deshidratadas.

— ¡Pero son muchas! ¿Qué sentido tiene lo que está haciendo?

Mientras mostraba al joven la estrella que acababa de recoger, el anciano respondió:

— Tiene sentido para ella.

Entonces el anciano lanzó la estrellita de regreso al mar.

Si hubiera sido capaz de hablar, esto es lo que la estrellita de mar le habría dicho al joven: «¡Tiene sentido para mi».

¿Tiene sentido aliviar el dolor de una persona en una época en la que millones sufren? ¿Tiene sentido dar de comer a un hambriento? ¿Vestir a un desnudo? ¿Consolar a uno que sufre la pérdida de un ser querido? ¿Visitar a uno que está en la cárcel? La respuesta es sí, aunque sólo sea uno, tiene sentido.

Un favor hecho al hambriento, al sediento, al desnudo, al preso, es como hacérselo a Dios mismo. Tiene sentido porque para el Padre celestial cada uno de nosotros es importante. La mayor demostración de que cada ser humano cuenta para Dios es que, por uno solo de nosotros, Cristo habría venido a este mundo.

En la parábola de la oveja perdida, sólo por una, el pastor dejó las 99 y fue en busca de ella, la encontró con miedo, frío, herida, la tomó en sus brazos y con amor la llevó al redil

Por eso cuando alguien pregunte: «¿Qué sentido tiene todo lo que Cristo sufrió, si de todos modos la mayoría no lo acepta?».  Tú bien podrías responder: «¡Tiene sentido para mí!»

«Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará». Deuteronomio 31:6

Extracto de: Fernando Zabala (“Dímelo de frente”) y reflexión ABC Familiar.

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