Día 34

Un hombre que paseaba en un zoológico se detuvo a mirar el recinto donde estaban los elefantes. Algo le llamó inmediatamente la atención; notó que los elefantes estaban atados a una cuerda pequeña y delgada en una de sus patas traseras. No parecía suficiente para resistir la fuerza del animal.

Sin embargo, ninguno de los elefantes hacía algún esfuerzo para romper aquella cuerda. Simplemente caminaban en círculo a la distancia que les permitía la atadura.

El hombre se acercó a uno de los encargados del lugar y le preguntó la razón por la cual usaban aquellas cuerdas tan débiles para esos animales enormes y fuertes.

El cuidador le contó que esos elefantes estaban allí desde muy tiernos y que intentaron en más de una ocasión liberarse, pero eran demasiado pequeños y débiles, cuando lo hicieron, que la cuerda era suficiente para retenerlos. Así, llegaron a creer que era imposible liberarse.

Crecieron y se hicieron fuertes, pero no volvieron a intentarlo, pues estaban seguros de que no podrían romper aquella cuerda.

Al igual que los elefantes, cuerdas de nuestro pasado podrían estar rodeándonos; son débiles, pequeñas, pero no hacemos el mínimo esfuerzo por liberarnos de ellas; sentimos que la lucha culminó y que ya no tenemos fuerzas. Esas cuerdas pueden representar el pecado, ¿qué es eso que nos rodea y a lo que nos hemos acostumbrado? ¿Chisme, contienda, celos, rebeldía, venganza, vicios, miedos?

¿Te crees incapaz de romper esas ataduras? La Biblia dice: «…porque me ha ungido el SEÑOR para traer buenas nuevas a los afligidos; …proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros». Isaías 61:1

Jesús vino al mundo a libertar a los cautivos, a traer buenas nuevas de salvación, no permitas que esas ataduras te aprisionen y te hagan infeliz; pide al Señor fuerza y voluntad, con su poder verás las cuerdas caer.

“Oh Jehová, ciertamente yo soy tu siervo, siervo tuyo soy, hijo de tu sierva;
Tú has roto mis ataduras”. Salmos 116:16

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