Únicamente la pregunta traería una avalancha de comentarios polémicos. Si hablamos desde la perspectiva de que el autismo es una condición y no una enfermedad; si hablamos de los muchos padres que han abrazado con entereza y positivismo el diagnóstico en sus hijos y luchan cada día porque ellos tengan una mejor calidad de vida; si nos referimos a la resignación de otros que deciden no llevar los planes terapéuticos e ir haciendo y maniobrando en casa como mejor pueden hacerlo… si seguimos nombrando… tal vez la respuesta sea: NO, que no se cura y otros dirían: “tampoco hace falta, mi hijo(a) es increíble porque es así”.

En razón de nuestro post anterior, hemos querido tocar este tema; explicábamos un poco sobre los apresurados diagnósticos de autismo, sobre todo, en niños menores de 3 años; intentamos explicar, por medio de un caso real, lo que puede ocurrir (un falso diagnóstico o erróneo, por ejemplo, que realmente sea un TEL (Trastorno Específico del Lenguaje) u otro trastorno que en edades tempranas suele traer confusión, etc.) y ahora queremos exponer otro ejemplo:

Imaginemos que un niño llega a consulta, tiene dos años y tres meses y manifiesta las señales de alarma que podrían indicar estar dentro del espectro, los profesionales confirman el diagnóstico: el niño tiene autismo y es necesario trabajar con él y ver su evolución. Pasan los meses, el niño avanza a pasos gigantescos y estos síntomas que inicialmente presentaba van desapareciendo. El niño llega a cumplir cinco años, es un poco “inquieto”, así lo definen sus padres, pero tiene amigos cercanos con los que existe empatía, inicia y mantiene una conversación fluida con sus iguales y los adultos; no presenta ecolalias, no hay movimientos estereotipados, le gusta jugar con sus amigos, propone tipos de juegos, realiza con éxito las actividades diarias como comer, ducharse, vestirse… y está dentro de la normalidad en sus clases del colegio; los padres comentan que tiene una memoria increíble y eso le hace destacar.

El niño sigue creciendo, va a su colegio en normalidad, no diremos completa porque a fin y al cabo la normalidad es como la felicidad, ¿quién puede definirla con exactitud? Y este niño, ahora adulto, termina la universidad, trabaja, contrae matrimonio, tiene hijos, disfruta de una vida que a él le gusta, que le hace feliz, todo marcha bien. Un día, necesita asistencia médica de emergencia por un dolor fuerte en el pecho mientras estaba en su lugar de trabajo, cuando por fin puede hablar y mientras revisan sus registros médicos, aclara al personal médico luego de algunas preguntas: “Tengo autismo”.

El equipo médico no sale del asombro, igual como cuando lo comentó en la entrevista de trabajo, igual que sus compañeros cuando obtuvo el puesto, igual que su novia cuando lo conoció, igual que a las personas que se lo menciona.

Podrías pensar: “Claro, eso existe, eso pasa, tiene altas capacidades, hay personas que llegan a alcanzar un grado casi imperceptible y desarrollan una vida aparentemente normal, hay…etc., etc.” Y puntualizan: “¡El autismo no se cura!”.

A esto le añadimos que la mayoría de los profesionales (haciendo énfasis en alguna excepción) si han hecho un diagnóstico de TEA, entienden que, como en el alcoholismo, siempre serás una persona con autismo sin importar qué tanto avance llegues a alcanzar. ¿La razón? Algunos explican que, en algún momento de la vida, puede manifestarse una regresión o sintomatología que refleje nuevamente el hallazgo inicial.

Pero por qué no pensamos en lo siguiente: ¿Y si ese niño evaluado a los dos años no tenía autismo? ¿Y si fue un diagnóstico erróneo? ¡Entonces nunca tuvo autismo! No tuvo que “curarse”, simplemente, sus dificultades, que pudieron ser debidas a factores externos, fueron resueltas.

Ahora veamos otro ejemplo, un diagnóstico de autismo confirmado por varios centros y especialistas. El niño cumple 5 años, los padres están sorprendidos por su avance, deciden buscar otras opiniones, así que acuden a dos centros reconocidos en el país en busca de evaluaciones y opiniones de otros profesionales. En ambos centros, con un margen de tiempo de 6 meses, aplican varias pruebas, entre ellas el ADOS-2. Los resultados indican que el niño no presenta rasgos de autismo, por lo tanto, no está dentro del espectro. Una situación inexplicable para los profesionales y también para los padres, personas de fe, quienes utilizan estos informes para relacionarlos con el diagnóstico inicial y afirmar, dando testimonio, de que Dios puede curar a las personas, así como curó a su hijo del autismo.

Para ambos casos, así como en situaciones donde los padres prefieren no llevar a sus hijos a terapia y permitir que sean ellos, sin ningún tipo de intervención más que el esfuerzo en casa que involucra una ayuda continua; los que lleguen a donde sea posible, a donde el destino les tiene trazado; así como hay otros que enfrentan el diagnóstico con furia, algunos nunca llegan a aceptarlo; luchan, van para todos lados, llevan a sus hijos para que sean vistos por innumerables profesionales, hacen remedios caseros, les hacen baños para retirar metales, compran lo que sea necesario con tal de que sus hijos superen esta dificultad; así como aquellos que llegan a obtener resultados favorables y otros que no logran entender por qué no funcionó… así como hay unos, así como hay otros… pero todos, peleando sus propias batallas, con sus propias luchas que sólo ellos conocen cuando cierran la puerta de casa y cuando la almohada se convierte en confidente de palabras de desesperación y muchas lágrimas… ¿quién conoce a nuestros hijos mejor que nosotros mismos? ¿quién puede juzgarnos y enfrentarnos con sus propias opiniones? ¿quién puede cuestionar la fe de aquellos que, con evidencia, a veces inexplicable para muchos, gritan con felicidad que Dios les hizo el milagro? ¿cuándo nos convertimos en jueces y críticos de la situación de cada niño o tan profesionales para explicar todo lo que puede pasar o no en ellos?

¿El autismo se cura? Toda respuesta te guiará a la individualidad de cada niño, a cómo sea afrontado por la familia, a cómo sea aceptado y cómo, desde sus lentes, lo visualiza cada padre.

Lo que sí te recomendamos, sin duda, es que nunca te quedes con una sola apreciación, que busques profesionales con experiencia acreditada y, sobre todo; que el amor, la comprensión, el juego y la diversión reinen en tu hogar, si puedes ver en tu niño(a) felicidad, vas por buen camino.        

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