Día 17

Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino”. Marcos 10:51-52.

La catarata es una opacidad del cristalino con la intensidad suficiente para reducir la visión. Generalmente, se va formando con lentitud a causa del envejecimiento y produce una alteración gradual de la visión; pero se origina con mayor rapidez en personas con antecedentes de traumatismos oculares, diabetes mellitus, exposición a radioterapia y tratamiento con glucocorticoides.

El tratamiento consiste en la extirpación quirúrgica del cristalino opacificado y sustitución por una lente de plástico o silicona.

Probablemente, Bartimeo, el hombre ciego del cual hablamos en el capítulo de Marcos, padecía de catarata y, como muchos casos en la actualidad, su ceguera lo condenó al margen de la vida laboral y productiva, obligándolo a mendigar por las calles para poder vivir.

Pero un día… dice la Palabra que Bartimeo, oyendo que era Jesús quien se acercaba, comenzó a dar voces a Jesús pidiendo misericordia. Y muchos le decían que se callase, pero él clamaba aún más fuerte y Jesús, se detuvo. UN DÍA… en el que todo cambió.

Al igual que Bartimeo, todos nosotros padecemos de algún tipo de catarata; pueden ser nuestros falsos conceptos ideológicos que se verifican en el mundo, la influencia de espíritus malignos o nuestra vieja naturaleza que opacifican nuestra visión haciendo que no podamos ver y actuar conforme a la voluntad de Dios, la verdad en Él.

Esta nube maligna, encubre nuestro entendimiento para que no podamos pensar y actuar conforme a la imagen de Jesús sino como simples mortales.

Tal fue el caso del criado de Eliseo. (2 reyes 6:15) Eliseo oró para que los ojos espirituales de su criado fueran abiertos.

También ocurrió con los discípulos, (mateo 8:23) cuando Jesús les dijo: “hombres de poca fe”. Jesús estaba a su lado y sin embargo, tuvieron miedo por lo que veían ante ellos.

Igual ocurre con nosotros cuando en la vida se levantan tormentas, grandes dificultades, necesidades; nos turbamos en gran manera porque nuestra ceguera no nos permite ver que estamos en victoria, que el Señor está con nosotros.

El Señor nos dice en Su Palabra que no nos afanemos, que, así como cuida de las aves, mucho más de nosotros. Pablo nos exhorta que nos despojemos de todo aquello que empaña nuestro entendimiento.

Para Bartimeo, llegó un: “hasta aquí” del Señor, que lo hizo arrojar su capa, ir hacia el Maestro y recobrar la vista. Hoy puede ser el “hasta aquí” para nosotros.

Oremos por entendimiento y visión espiritual en nuestras vidas

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