Día 11

Una tarde, salía de un parque un poco distraída, iba pensando en no sé qué cosa, cuando justamente ya en la puerta, levanté los ojos y por unos segundos quedé inmóvil y con una cara de espanto que pocas veces en mi vida. Era un hombre de unos 55 años y tenía una enorme deformidad en su rostro, nos miramos, yo no pude disimular mi asombró al encontrarlo de frente y también él se detuvo unos segundos para luego seguir su camino.

De inmediato, sentí que mi corazón se encogía y en mi mente empezaron a llegar un sinnúmero de pensamientos: “¡Vaya!, tantas cosas que has visto en tu vida y esto te ha asombrado”; “¡Qué vergüenza!”, “Eres una mala persona, ese hombre se sintió mal con tu expresión”, “¿No estás preparada para ver cosas naturales de la vida?”.

La vergüenza, el enojo y la tristeza por mi actitud estaban encima de mi y no sabía cómo sentirme mejor. Pero no fui sola a ese parque, en un minuto estaba a mi lado la persona que me acompañó, quien, al comentarle lo ocurrido preguntó: “¿Cómo hiciste eso?” Su respuesta fue un balde de agua fría para convencerme de lo mal que había actuado.

Posiblemente, también te ha ocurrido algo similar; sin importar que la situación sea más sencilla o compleja, te has sentido juzgado por ti mismo(a) por cosas que has hecho en el pasado, te has sentido indigno, el enemigo te ha hecho creer que eres lo peor, has buscado apoyo y la respuesta también ha sido en tu contra; el mundo te juzga, el enemigo te hunde y en tu propia humanidad sientes la carga cada día más pesada.

Hoy te exhorto a que te refugies en el Señor, Aquel que perdona todos nuestros pecados, quien llevó nuestras culpas en la cruz y nos hizo libres, quien conoce nuestra humanidad y perdona nuestras ofensas cuando extendemos hacia Él un corazón humillado y arrepentido, Aquel que quita nuestra vergüenza y nos llena de Su amor.

Aquel día, fue mi cara de espanto, otros días han sido otras cosas, pero ciertamente, nuestras fuerzas son renovadas cuando acudimos al Creador y las acusaciones del enemigo pierden valor.

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 3:12-14

Oremos por las personas de fe que sienten vergüenza y acusación por su pasado.

Compartir: