Te hicieron creer que el 100% debe ser tu objetivo, que debes cumplir con todas las responsabilidades y en todos los ámbitos, que ser luchadora es tu misión, que tienes que inclinarte ante las expectativas de la gente.

Te hicieron creer que debías aceptar ese trabajo, que a las mujeres siempre le pagan menos, que tocaba demostrar que eras eficiente para que en algún momento llegaran a valorarte.

Te hicieron creer que sonreír mucho no es decente, que te hace ser demasiado coqueta, que como mujer debes mantener una «seriedad» para que la gente te respete.

Te hicieron creer que no debes salir sola, que eso es sólo buscar problemas, que sería tu culpa si te atacan, si te dañan; que así le pasa a la gente indefensa.

Te hicieron creer que debes maquillarte, cuidar el cutis y depilarte; si no lo haces eres descuidada, poco femenina, falta de belleza.

Te hicieron creer que necesitas una pareja, que debes estar «representada» por alguien, que los años no perdonan, que debías apurarte para no ser la solterona.

Te hicieron creer que de tu vientre debe salir un hijo, que de lo contrario llegarás a la vejez sin nadie que vele por ti, que te quiera.

Y en ese vaivén de creencias, te hicieron creer que tenías un precio, que tus valores podían ser negociados, olvidando por completo que lo sabes todo, que si influyó en un tiempo ya es pasado, que nunca fue tu verdad, que fue sólo «hacerte creer», y nada más.

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