Día 3

Colaboré un tiempo como psicóloga en una escuela de artes marciales para niños. Entre mis responsabilidades estaba dar seguimiento a una agenda que llevaban a casa y que los padres completaban, de manera que el niño tuviera un buen comportamiento dentro y fuera de la escuela, y, de alguna manera, orientar a los niños y sus familias.

Al iniciar el trabajo, me hablaron de un niño en especial, Zacarias; 11 años, mal comportamiento, falta de interés, molestaba a sus compañeros en la clase… parecía ser que no había nada positivo en él.

Al pasar el tiempo, Zacarias, un niño de pocas palabras y con una clara alexitimia, fue abriéndose a las conversaciones y expresando lo que sentía: “Que soy un tonto” afirmó de manera natural. Tras conversar sobre la razón de su convicción y después de insistir varias veces que era tonto, expresa: “En el colegio estoy todo el día en el rincón de los tontos”, pregunto entonces: “¿Y qué es ser tonto”? Contesta rápidamente: “Alguien que hace tonterías, que hace todo mal, nunca puede hacer algo bien”. Luego de varios minutos de conversación y después de mi indignación cuando me comentó que llevaba 4 meses en el famoso rincón, dice apresuradamente: “Usted no lo sabe, pero una vez que estás en el rincón de los tontos, no sales más”.

Igual pasaba con nuestros pecados, la condenación eterna que nos esperaba, si no hubiera sido por el Señor, ¿qué futuro nos esperaría? No tendríamos esperanza, la etiqueta de: “CONDENADO” estaría en nuestra frente y el rincón de los tontos nuestro eterno asiento. Pero Cristo venció, y con su victoria, nos trajo vida y salvación.


“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Romanos 5:8

Oremos por las personas que no tienen esperanza

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